Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena. (M. Gandhi)


Nadie comete un error mayor que aquel que no hace nada porque solo puede hacer un poco. (E. Burke)


Dirán que andas por un camino equivocado si andas por tu camino. (A. Porchia)


Capítulo nuevo del manual de la Vida

Mañana es mi cumpleaños.

Hace dos años cumplí mis primeros 50 y lo hice feliz, alegre, deteniéndome a mirar hacia atrás, hacia lo que había sido mi vida durante ese medio siglo. Desde la perspectiva en la que me encontraba, en ese punto de mi camino en la vida, entendí que no había nada que hubiese querido cambiar, que todo lo que había ido dejando atrás estaba en su sitio, que todo estaba bien.

Hasta entendía el porqué de algunas lágrimas derramadas en su momento, el porqué de tantos adioses y de tantas ausencias, el porqué de tantos tropiezos y de tantas heridas.

Sentía una profunda gratitud hacia la Vida porque fui plenamente consciente de que he sido mimada por ella en todos los aspectos, especialmente en el amor que nunca me faltó, el amor que he recibido de la gente que quiero y que durante todo ese tiempo fue como un pozo sin fondo de lealtad y confianza, de ternura y de generosidad.

Y así, con mi mochila cargada de gratitud hacia la vida, reinicié mi marcha hacia adelante con unos zapatos nuevos que, como símbolo de todo lo que me quedaba por andar, me compré ese mismo día.

Dos años después vuelvo a mirar hacia atrás y, aún cuando sigo haciéndolo con el mismo sentimiento de gratitud hacia la vida, tengo que reconocer que me siento cansada y un poco perdida.

Soy consciente de que estoy iniciando una nueva etapa, que mi viaje interior y mis pasos sobre la tierra han ido tomando un nuevo rumbo. Un rumbo que yo no he trazado conscientemente, que no he decidido en ningún momento marcarme. Pero siento más que nunca que la vida me empuja y me empuja hacia un nuevo horizonte y lo hace obligándome a dar un giro rotundo en mi camino. Hoy tengo frente a mi una nueva senda abierta que no sé adonde me conduce, que jamás habría elegido tomar y por la que me estoy adentrando casi sin querer, con piernas temblorosas y pasos inseguros.

Caminamos en soledad siempre, eso es cierto. Por muchas manos que nos tiendan, somos nosotros mismos quienes decidimos mover nuestros pies o decidimos pararnos.
Pero aunque esa sea una verdad que todos, en el fondo, conocemos, hoy, más que nunca, la experimento en mi interior con un punto de angustia.

Creo que era algo que todavía me faltaba por aprender y parece que el universo se ha confabulado para que finalmente lo haga: que la vida es un viaje que iniciamos y acabamos en completa soledad. Que la gente que amas, hoy está, pero mañana tal vez ya no esté, como tantas otras cosas que hoy tenemos y mañana tal vez las hayamos perdido.

Estoy experimentado la parte práctica de la teoría que todos conocemos tan bien. Y es esa lección del manual que dice que, ante todo, tenemos que amarnos a nosotros mismos, reconciliarnos con nosotros mismos, creer en nosotros mismos y sernos fieles a nosotros mismos porque, en el fondo, somos nuestros auténticos compañeros de viaje.

Esa parte es la que entiendo que me toca aprender ahora, y me doy cuenta de que me ha resultado siempre más sencillo confiar en los demás que en mí misma; que para mí es fácil reconciliarme con el mundo, pero me cuesta mucho aprender a vivir en armonía conmigo misma.

Y yo, que siempre fui una rebelde, una incansable buscadora de paz en un mundo en permanente conflicto, una voz que clamaba sin descanso que había que movilizarse, que no podíamos permanecer quietos, me enfrento al reto de establecer una alianza pacífica conmigo misma y a caminar despacito mientras curo mis propias heridas en silencio.

Es difícil, la verdad. Es nuevo para mi. Es un camino que para nada me resulta familiar pero que me siento forzada a recorrer, empujada forzosamente por la vida.

En cualquier caso, hoy, como hace dos años, como siempre, sigo sintiendo una enorme gratitud hacia la vida y quiero seguir caminando por esos nuevos caminos que ella me va descubriendo, aunque me resulten extraños y solitarios.

Mañana es mi cumpleaños otra vez y volveré a regalarme unos zapatos nuevos para recorrerlos.