Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena. (M. Gandhi)


Nadie comete un error mayor que aquel que no hace nada porque solo puede hacer un poco. (E. Burke)


Dirán que andas por un camino equivocado si andas por tu camino. (A. Porchia)


Raul. Siempre.

Hace apenas unos días escribía unas líneas de despedida para Mansur Escudero, ese valiente y honesto luchador que se nos fue a caminar por los jardines de su Amado Alláh.
Hoy,... hoy creo que ni siquiera puedo encontrar las palabras para ésta nueva despedida.

Se fue mi duende, nuestro duende del sombrero con cascabel. Se quedó sin fuerzas para seguir luchando.

Lo creíamos invencible, pensábamos que nunca se marcharía, que su afán por vivir y permanecer con nosotros, que su fe y su confianza, junto al empuje de nuestro amor y de nuestra propia fe, lo mantendrían a nuestro lado para siempre.

Pero la vida nos ha vuelto a dar una bofetada en la mejilla. Ni él ni nosotros podíamos decidir cuando y en qué momento nuestro duende, nuestro ángel, tenía que partir hacia este último viaje, más allá de ese cielo estrellado, a dónde solo él ha podido cruzar dejándonos a todos aquí, abrazados a su cuerpo inerte y frío.

Cuando alguna vez imaginé que, tal vez, este momento podía llegar, la sola idea me arrancaba lágrimas de tristeza, incluso de desesperación. Pensaba que un golpe así me sumiría en la más profunda angustia , que me faltaría hasta el aire para poder respirar.

Y, sin embargo, a pesar de mi tristeza, me siento calmada, serena y en paz.
Porque nuestro duende se fue así, sereno y en paz. Fue la última cosa que hizo por todos los que le amamos, el último regalo de su alma generosa.

A qué desesperarnos, a qué angustiarnos, cuando él supo mantenerse sereno y sonriente hasta su último instante de consciencia.
A qué gritar a la vida de su injusta crueldad, cuando él la amó y la bendijo en cada momento.

En este momento de extraño vacío, intento llenarlo con el recuerdo de su sonrisa, de su alegría. Él siempre supo crecerse ante las dificultades con una confianza y una entereza increíbles.

Mensajero de no sé qué lugar, estuvo a nuestro lado para enseñarnos a caminar por la vida agradeciendo cada instante, perdonando cada error; asumiendo lo inaceptable mirando siempre hacia adelante y esperando un nuevo espacio para la esperanza y la sonrisa.

En este momento no puedo sentir esa angustia que tanto temía. Más bien, al contrario, solo siento gratitud por haberme permitido caminar a su lado, y por habernos dejado aquí su mochila de viaje, completamente cargada de amor, de luz, y de experiencias.

Era su momento. No sabemos si fue él quien lo decidió o Alguien lo decidió por él. En cualquier caso, era su momento, y supo aceptarlo igual que supo aceptar y deleitarse con los momentos de plenitud y de vida.

Llenar su enorme vacío será difícil. Nos constará tomar consciencia de que no lo tenemos al lado, de que ya no está su mano cogiendo la nuestra, ni anda pululando su risa por el aire.
Pero ha sido tan grande su amor, ha sido tanto lo que nos ha dado a todos, que nuestros corazones están llenos de él. Tan llenos de él que seguiremos caminando sabiendo que sigue a nuestro lado y, ante las dificultades, ante los conflictos, seguiremos echando mano de todo lo que él nos ha enseñado pacientemente a lo largo de estos años.

Te has ido, querido amigo. Te has ido. Pero nos has dejado tanto, tanto, tanto.

Y, por mucho que hayamos aprendido de ti, permítenos este espacio de tristeza en el que nos ha dejado sumidos el último adiós de tu último viaje.

Te has ido a caminar más allá de esas sendas que recorrías cada fin de semana,  más allá de las montañas que tanto amabas.

¡Pero te has ido con las manos tan llenas! y ¡Nos has dejado tanto!
Gracias, gracias, gracias, Raúl.