El tiempo transcurre inexorable y
cada vez a mayor velocidad y no quiero malgastarlo desalentándome por ello, ya
que el tiempo seguirá transcurriendo inexorablemente y cada vez a mayor
velocidad.
Elijo, pues, abrir mis ojos y exprimir cada instante que la
vida me regala.
No me permito quedarme sentada
junto a la ventana viendo cada atardecer pensando que es otro menos y añorando
los que ya pasaron, cuando la verdad es
que, justamente, éste es el más importante de todos los vividos, ya que es el
que realmente evidencia que estoy viva y que estoy aquí.
No quiero malgastar el tesoro de
la vida, acumulando tiempo muerto en la biografía de mi alma cuando todavía sigo
viva.
¡Claro que sé que el tiempo se
agota! Y así empezó siendo desde el mismo día en que nací, así era cuando
construía mis castillos en la playa, así cuando me enamoré tantas veces, así
cuando trazaba tantos planes de futuro desde aquella atropellada juventud que
brotaba por cada poro de mi piel. Pero entonces no me planteaba que el tiempo
pasa rápido, sino que vivía como si todo fuera
para siempre.
Y, sin embargo, el tiempo podría
haberse esfumado detrás de cualquier risa, de cualquier pupitre, de cualquier
castillo de arena junto al mar. Pero no era consciente de ello, tan solo, era
consciente de cada momento que vivía.
Me gusta mirar hacia atrás de vez
en cuando, porque mi experiencia vital es mi mayor erario para seguir caminando
y, de tanto en tanto, está bien refrescar la memoria y recolocar las cosas. Pero no quiero anclarme
en el pasado que tanto me dio y tanto me
enseñó, sino apoyarme en él para tomar impulso desde donde estoy.
Vivir el presente, sin tiempo, sin
esperar mucho más del futuro que lo que nos aguarda en el instante siguiente. Evidentemente,
no puedo evitar ir siempre un paso más allá; no puedo evitar hacer planes para
futuros un tanto más lejanos, pero intento que esos proyectos jamás se
conviertan en una venda alrededor de mis
ojos que me impida ser consciente del momento presente.
No sé por cuantos instantes
permaneceré aquí, pero pienso vivir cada uno de ellos. Y no quiero vivirlos
como si fueran el último, eso jamás. Quiero vivir cada uno como si fuera el que
es, el de ahora, el de este momento.
Si pienso que cualquier tiempo
pasado fue mejor, o paso mis días haciendo planes para un futuro que ni
siquiera sé si llegará, me pierdo la
magia de este tiempo en el que cada día amanezco a la vida nuevamente.
Lo mejor está por llegar... tal
vez. Aunque creo que lo mejor es, sencillamente, ser consciente de mi Ahora.
No quiero desperdiciar mi tiempo pensando en que se me acaba.
La vida es tan solo un instante construido por instantes cotidianos. Y en ese momento fugaz, hasta caben los sueños.
Por eso, labro cada uno de esos momentos con un sueño en la mirada, sabiendo que, de hacerse realidad, será también instante a instante, con cada parpadeo, y desde el presente.
Eso aprendí. Y no quiero ser tan
estúpida como para olvidarlo.