Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena. (M. Gandhi)


Nadie comete un error mayor que aquel que no hace nada porque solo puede hacer un poco. (E. Burke)


Dirán que andas por un camino equivocado si andas por tu camino. (A. Porchia)


Savia nueva

El campo desde mi terraza es un escándalo.

La primavera ha tardado y anda a la greña con el verano que ya reclama su sitio. Así, empieza a hacer un calor de mil demonios pero las amapolas y los campos verdes de trigo que llegaron con retraso se entremezclan y me producen una extraña sensación (en cualquier caso, muy hermosa)

El invierno ha sido largo, gris y muy triste, y eso que a mi me encanta el invierno porque su luz y sus atardeceres con sus miles de matices son, para mi, incomparables con los de cualquier otra época del año.

Pero necesitaba el calor, las amapolas, las arboledas, las mariposas, y que la familia de salamandras, que vive sin permiso en mi terraza, se despertara por fin para darme sustos mientras riego las plantas.

Parece que el alma se ensancha y se despierta, como las hojas de los árboles y las mariposas.

Para mí esta primavera está siendo especialmente bien recibida después de un largo otoño y un invierno interminable que parecían haber anidado en mi propio corazón.

Tengo la sensación de haber pasado unos meses hibernando, como el campo y mis tortugas. Unos meses de frío, de silencio y de quietud.

Ahora siento una especie de mareo. Es como tener que aprender de nuevo a andar. También como mis tortugas, que pasan unos días con los ojos abiertos, caminando muy lentamente y sin apenas comer  hasta que se espabilan del todo, y se pasan las horas tomando el sol completamente despatarradas sobre las piedras, supongo que para cargarse de energía después de tantos meses de letargo.

Definitivamente, la primavera es un buen invento cuando una tiene ganas de renacer para vivir con toda intensidad lo que la vida nos traiga. Y yo tengo muchas.

Mas que nunca siento que la vida es un regalo y que hay que saber aceptarlo sin reservas y con una inmensa gratitud.