Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena. (M. Gandhi)


Nadie comete un error mayor que aquel que no hace nada porque solo puede hacer un poco. (E. Burke)


Dirán que andas por un camino equivocado si andas por tu camino. (A. Porchia)


CONFESIONES ENTRE LUCES Y SOMBRAS


Inicié este blog en un momento de mi vida en que me giré hacia dentro de mí misma. Todo a mi alrededor me indicaba que era la hora del silencio, o al menos así lo interpretaba yo. Tenía la sensación, a veces la evidencia, de que mis palabras atravesaban vacíos para volverse contra mí como cuchillos afilados.
Para mi fue todo un reto, un enorme y difícil desafío, perder el  miedo a comunicarme y a compartir con seres invisibles y desconocidos lo que no podía, o quería, o debía,  compartir con mi propia gente.

Fue uno de los momentos más duros de mi vida, en los que todo se tambalea  y acaba derrumbándose bajo tus pies:  la confianza en los demás y, sobre todo, la confianza en mí misma. Así acabé intentando aislarme de un mundo al que dañaba y me dañaba, intentando entender qué había ocurrido, buscando porqués y navegando entre sombras, entre las  propias sombras de mi alma, hasta empezar a atisbar y a comprender que dentro de mí no solo había crepúsculos y oscuridad, sino también luminosos amaneceres de una luz cegadora.

Aquello estuvo bien, como todo lo que nos pasa en la vida, y cuando miras hacia atrás te das cuenta de que hasta lo peor de lo que has vivido, de lo que has sentido, era necesario para seguir caminando hacia la luz cada vez más brillante que te sigue indicando la dirección  correcta en medio de la encrucijada.
Y solo tienes la certeza de que esa es la dirección acertada cuando, un pie tras otro, consigues retomar tus  pasos, desde la calma y la armonía, contigo misma, con los demás y con el mundo.

Dejamos cosas que amamos en el camino, es verdad. Dejamos cosas que creíamos  imprescindibles hasta para respirar. Dejamos cosas que tal vez seguimos añorando desde la distancia de los pasos recorridos desde aquel momento en que las soltamos. Desapegarte de las cosas que más amas, que te mantienen en pie, es lo más duro, al menos para mí.

Pero cuando te tambaleas sin ellas y descubres que puedes retomar el equilibrio y seguir caminando, comprendes que no hay nada, sino nuestra propia voluntad, nuestra propia consciencia, capaz de mantenerte en completa armonía con la vida. Lo demás no son sino regalos que la vida nos ofrece a cada instante. Regalos que se disfrutan y te enriquecen. Regalos que se desgastan, que se pierden, que se marchitan como las flores, o que a veces incluso se mantienen frescos en el tiempo y en el espacio que dura nuestro viaje.
Ofrendas de la Vida que nos brinda a cada instante y que también aprendí a aceptar y a disfrutar,  con alegría y gratitud.

No sé que me deparará  hoy el día, pero, de momento, mis dedos se deslizan sobre este teclado, mientras por mi ventana entra la luz gris de este día de marzo, y vientos que arrastran semillas de margaritas y amapolas que pronto veré crecer sobre los campos.

En esta mañana, llena de promesas, todavía no sé cuales se verán cumplidas, pero tan solo la oportunidad de poderla vivir ya me hace sentir agradecida y alegre.
Alegre, alegre, alegre... y agradecida.