Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena. (M. Gandhi)


Nadie comete un error mayor que aquel que no hace nada porque solo puede hacer un poco. (E. Burke)


Dirán que andas por un camino equivocado si andas por tu camino. (A. Porchia)


¿De verdad ando en las nubes?

La vida transcurre de manera muy rápida.

Corre, corre, corre....

Hace menos de un mes que no me asomo por aquí y, desde entonces, las cosas no han parado de sucederse una tras otra.

He buscado por el monte y durante una semana a alguien que, con solo 25 años, ya estaba cansado de vivir desempeñando el papel que la vida le asignó, y con el que parece que jamás se sintió identificado. He compartido la angustia de sus padres mientras andaba desaparecido, el dolor cuando se le encontró sin vida....

Sentimientos de angustia, de tristeza, de frustración, de rabia, de impotencia....

Paralelamente he compartido momentos de paz, sentada al atardecer junto a un amigo, saboreando un te verde con hierbabuena, mientras rememorábamos, en medio de la tristeza, momentos divertidos de nuestra vida pasada.

Y he percibido muy de cerca las idas y venidas y el cansancio de gente querida, que sigue levantándose cada día con el chip de que hay que continuar adelante, sin rendirse, creyendo que todavía hay una esperanza de que el mundo despierte de su letargo y asuma su responsabilidad en el presente, con la mirada puesta en el futuro.

Frente a ello, me he encontrado cara a cara con otra gente que opina que todo esto no es más que una pérdida de tiempo, que te aleja de la vida real, y que tengo que aprender a vivir con los pies en el suelo.

He mirado cada día los informativos con las últimas noticias sobre Libia, sobre las emanaciones radiactivas en Japón, y el terror que se está viviendo en Costa de Marfil.

En mi trabajo he escuchado historias desesperadas de gentes sin recursos que no pueden apenas sustentar a sus hijos, y otras historias de gentes que intentan estafar a la administración, o sea, a todos, para enriquecerse todavía más a costa de los primeros.

Durante este mes he visto la mirada enamorada de mi sobrina Lucía, su felicidad infinita frente al altar en que juraba amor eterno a su príncipe azul. Y he paseado entre naranjos, junto al mar, esperando la salida de la luna junto a María, mientras recogíamos conchas y olíamos a mar, a espuma y a azahar.

Y así, durante este último mes, he compartido ausencias, encuentros, desesperanza, tristeza, sonrisas y felicidad, a partes casi iguales.

La aparente monotonía de los días se iba rompiendo de una u otra manera, llevándome de la risa al llanto, de la esperanza a la frustración, de la alegría al dolor. Y viceversa. Incluso, de la intensidad y la increíble generosidad de la vida, a la aceptación, una vez más, de la muerte que nos acecha donde menos lo esperamos y nos arranca de las manos aquello que más queremos.

Mientras tanto, he trasplantado mis margaritas entre lágrimas de tristeza ,y las he colocado junto al aloe que me regaló Raúl. Sobre ellas, el horizonte verde y el sol ocultándose tras las montañas.

Sé que hay gente que piensa que vivo en las nubes y yo, mientras tanto, daría algo por poder vivir en ellas de vez en cuando, cerrando los ojos, y quedándome solo con el olor a salitre, el rumor de las olas y la imagen de la luna saliendo por el horizonte y sobrevolando el pelo de María, con el té a la menta junto a Julián, la sonrisa de Lucía frente al altar y la frescura de mis margaritas al atardecer.

Aunque, bien pensado, tal vez es en esos instantes  cuando más tengo los pies puestos sobre la tierra.

No sé. No quiero pensar en ello.
Tan solo, son ideas fugaces que atraviesan mi mente.

Prefiero vivir cada instante, sentirlo desmenuzado en lo más profundo de mi misma y echarme a la espalda las opiniones de la gente práctica, con ideas prácticas y los pies anclados en su universo cotidiano que nada tiene que ver con mis quimeras, y que - hartos ya de Libia y de Costa de Marfil- prefieren ver el partido de la Champions League aunque, para su sorpresa, yo sepa que el Madrid y el Barça ya andan en cuartos de final.

No sé si camino con los pies en el suelo, pero cierto es que me gusta caminar, y que ojalá pudiera atravesar a nado los océanos y planear entre las nubes como las gaviotas.

Porque la vida corre, corre, corre....