Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena. (M. Gandhi)


Nadie comete un error mayor que aquel que no hace nada porque solo puede hacer un poco. (E. Burke)


Dirán que andas por un camino equivocado si andas por tu camino. (A. Porchia)


Gracias, Mansur Abdussalam Escudero

Ayer murió Mansur Abdussalam Escudero, Presidente de la Junta Islámica. Seguramente a estas horas su alma blanca camina entre las flores del jardín de su Amado Alláh.

Nadie es imprescindible en este mundo, lo sabemos todos. Pero también es cierto que todos somos necesarios. Como decía Teresa de Calcuta, no somos más que una gota en el mar, pero sin esa gota, el mar sería diferente.

Mansur Escudero era algo más que una gota en este mar de seres humanos que poblamos el Planeta. Mansur Escudero era una luz, una esperanza para quienes creemos que otra humanidad es posible.

Una humanidad en la que, no solo todos cabemos, sino que, además, todos podemos ser capaces de convivir juntos, desde el más absoluto respeto y en la más completa armonía.
Y con esa creencia, Mansur trabajó hasta el último momento para hacer de esa utopía una realidad cotidiana.

Y ese trabajo suyo lo realizó cargando con un enorme peso en su mochila: el peso de la incomprensión, del miedo, del rechazo de tantas gentes que, bien por ignorancia, por la manipulación de algunos medios de comunicación o por manipulación política, caminan por la calle pensando que cada musulmán es un terrorista en potencia o anda colocándole un burka a su mujer.

Pero su dolor era doble, porque también cargaba en su mochila con el sufrimiento de cada víctima (de cualquier religión, cultura o país) de los fundamentalistas que levantan la voz y las armas en nombre del Islam, movidos por intereses políticos y económicos y apoyándose en el miedo y la ignorancia de quienes mantienen bajo su yugo.

No somos conscientes de la suerte que tenemos cuando caminamos por la calle sabiendo que somos socialmente aceptados. No tenemos que caminar pidiendo perdón, ni escondiéndonos, cuando algún miembro o representante de la Iglesia Católica escandaliza a la sociedad con sus discursos o sus actos. No van con nosotros las terribles barbaridades de la Santa Inquisición, ni el apoyo a las políticas nazis, o a los gobiernos absolutistas que siguen torturando y asesinando en la actualidad mientras reciben la bendición apostólica y romana. Tampoco nos planteamos si el que atraca un banco o asesina a su mujer es católico. No, no va con nosotros.. Todos sabemos que nadie nos va a juzgar por nuestra creencia religiosa y tenemos claro que todos los cristianos -católicos o protestantes- no somos así. Se da por hecho que la mayoría de nosotros somos gente buena.

Y, sin embargo, cómo nos cuesta entender que la mayoría de los musulmanes, al igual que los cristianos, o los budistas, o los judíos,... son gente buena, y que no podemos prejuzgar, juzgar, ni condenar a nadie, tan solo porque su Dios lleve otro nombre, o 99 nombres como es el caso de Alláh.

Mansur Escudero trabajaba por el entendimiento, por la concordia, por la hermandad. Su voz se elevó siempre, con coherencia y valentía, reclamando un lugar de paz en el mundo, donde pudieran convivir las buenas gentes, fuese cual fuese su religión, su creencia, su ideología o su cultura.

Mansur era la voz de los musulmanes que apostaban fervientemente por la tolerancia, el respeto, el diálogo y la convivencia pacífica, y se fue sabiéndose condenado por muchos, acusado de querer “conquistar” Al Andalus, España y el mundo entero con sus ideas “peligrosas” de coexistencia sin trabas, de respeto, de fraternidad y amor.

Querido Mansur: te fuiste de aquí sin conseguir tu sueño: Encontremos  lugares donde puedan rezar musulmanes, cristianos, y gentes de cualquier creencia, unidos, en hermandad. Demos un ejemplo al mundo, que vean que esto es posible.

Pero no pudo ser, querido Mansur. Y viste como seguían levantándose muros y más muros, muros de mezquitas, de iglesias, de monasterios... muros que excluían al resto, que separaban, que desunían. Tan solo te quedaba encerrarte en tu propio lugar sagrado, en tu propia mezquita, para continuar rezando y pidiéndole a Alláh que el mundo fuera un poco más justo, un poco menos violento y cruel, y -sobre todo- que las gentes perdieran el miedo, que se acercaran entre ellas, se conocieran y se entendieran.. Que aprendieran a convivir, a respetarse y a amarse.

Fue difícil tu trabajo, Mansur Abdussalam Escudero. Tal vez te hayas ido creyendo que, además, fue inútil.
Pero allá donde estés, puedes estar seguro de que no fue así: el mundo es un poco mejor porque tú pasaste por aquí.

Tu mirada limpia, tu fe, tu valentía, tu pasión por la justicia, por la verdad, por el entendimiento, por la paz, ... todo eso deja huella, querido Mansur.

Quienes tuvimos la suerte y el privilegio de conocerte nos repartimos tu testigo. Y seguiremos trabajando junto a nuestros hermanos musulmanes, cristianos, judíos, o de cualquier creencia, para que nuestros hijos puedan jugar en la calle juntos, aunque cada uno de ellos, en su corazón, dé un nombre diferente a su Dios.

Esta noche, rezaré por ti. Y lo haré bajo el cielo, elevando mi mirada hacia la bóveda estrellada de la catedral más hermosa, de la mezquita más majestuosa, del más soberbio monasterio... la única construcción que levantó Alláh, sin muros y sin puertas, donde cada ser humano es acogido y bendecido, donde cada persona puede inclinarse ante Él, o postrarse ante Él, o-sencillamente- pueda, sentarse a llorar y a recordarte.

Que tu Amado Alláh, Grande y Misericordioso, te acoja en su Jardín, querido Mansur Abdussalam Escudero.
En mi corazón, cristiano, estarás siempre, siempre.