Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena. (M. Gandhi)


Nadie comete un error mayor que aquel que no hace nada porque solo puede hacer un poco. (E. Burke)


Dirán que andas por un camino equivocado si andas por tu camino. (A. Porchia)


¿Qué ha pasado?

Esta es la primera mañana sin ti. Todo se acabó, Raúl. Ya no estás. Ayer te dejamos solo, cubierto de flores.

Hoy llueve, llueve, y llueve. A través de mi ventana veo el camino que cada día recorrías para ir a trabajar, entre árboles y viñas. La última vez que recorriste ese camino las viñas estaban verdes, y las uvas colgaban de sus ramas. Hoy están de color granate y ya sin fruto.
Anoche me senté a mirar ese camino y las luces de los coches que iban y venían. Imaginaba que una de esas luces podías ser tu, recorriendo el camino de ida y vuelta, como cada día.

¿Qué ha pasado, Raúl? No lo puedo entender ¿Qué ha pasado? ¿Cómo es posible que no estés aquí?

Quisiera saber que estás recorriendo senderos por ahí o plantando árboles o haciendo carpetas de cartón reciclado. Quisiera pensar que estás haciendo tai-chi en algún claro del bosque. O, sencillamente, tomándote un té con tus amigos.
Pero también sé que no es así. Y en este momento no me conforta pensar que tal vez andes por otros caminos más hermosos. Tampoco me consuela llevarte tan dentro de mi corazón. Solo quiero verte, Raúl, y cogerte la mano, y cruzar mi mirada contigo. O, por lo menos, entender lo que ha pasado. Necesito entenderlo.
Solo tú me lo puedes explicar, pero ya no se donde llamarte, ni donde buscarte. Ya no me coges el teléfono. Ya no.

¿Por qué? ¿Qué ha pasado, niño, dime ¿qué ha pasado?